Excavación arqueológica

¿Cómo excavamos?: Identificación de estancias

15/12/2018

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Sergio Salas Rocamora nos relata el proceso de excavación de varios días en la zona noroeste del recinto I que ha permitido identificar el acceso entre dos estancias, aspecto clave para entender la circulación por el interior del edificio:

Generalmente, un yacimiento arqueológico cuenta con varias fases de ocupación a lo largo de su historia, tal y como ocurre, por ejemplo, en nuestro recinto I; un edificio que fue remodelado y reutilizado en sucesivas ocasiones desde su construcción original hasta su abandono final. ¿Qué quiere decir todo esto? Que en un mismo edificio vamos a encontrar diferentes niveles de suelo superpuestos, así como diferentes estructuras o evidencias de la existencia de éstas en algún momento del periodo de actividad de ese edificio.

¿Cómo podemos sacar a la luz esas estructuras que se encuentran enterradas bajo otros niveles de suelo más recientes? Excavando y, por desgracia, “destruyendo” los niveles de suelo y estructuras superiores. ¡Eso sí! Documentando exhaustivamente todo lo que vamos encontrando durante el proceso de excavación.

Es aquí donde entran en juego nuestros inseparables compañeros de trabajo: la picoleta y el paletín o triángulo, que nos ayudarán a levantar los suelos que, una vez documentados, necesitamos retirar para seguir profundizando en la historia de nuestro edificio.

¿Cómo sabemos cuándo hemos llegado a un nuevo nivel (estrato) y debemos dejar de excavar? Para esto es fundamental contar con un factor esencial en cualquier excavación arqueológica: la capacidad de lectura e interpretación de los arqueólogos que trabajan sobre el terreno. Como decíamos antes, si bien algunas estructuras aparecen visibles a simple vista, muchas veces no encontramos una explicación práctica para la existencia y disposición de los espacios delimitados por estas estructuras, lo que nos puede hacer suponer que éstas no se encontraban así distribuidas en el momento de ocupación del edificio. Necesitamos, por tanto, hallar una “pista” que nos ayude a dar sentido a los planteamientos e hipótesis de trabajo planteadas durante el desarrollo de la excavación.

Pero sin duda, todo esto se entenderá mejor con un ejemplo práctico:

Nos encontramos en la crujía norte del Recinto I, la cual se encuentra dividida en diferentes espacios. Entre dos de estas estancias observamos la existencia de un muro de tapial que separa un espacio de otro. Sin embargo, no teníamos evidencias visibles de la existencia de ninguna puerta que comunicara ambos espacios. Entonces, ¿cómo circulaban de una estancia a la otra? Comenzamos a excavar con cuidado, sirviéndonos de nuestro paletín, los niveles superiores al muro de tapial hasta que identificamos el revoco de cal que recubría el muro en ambas caras. Ese revoco de cal fue la “pista” que nos ayudó a dar una explicación lógica a la distribución de estos espacios. Realmente se resiguió la cal hasta que fue evidente que encerraba los tapiales a lado y lado, con un vano que estaba cubierto por los niveles de relleno de la fase posterior. ¿Cómo pudimos excavar manteniendo la fina capa de cal? Sustituimos nuestro paletín por las herramientas de odontología para, armándonos de paciencia y con mucho cuidado, comenzar a sacar a la luz el perfil del muro. Una vez encontrada nuestra “pista”, seguimos el perfil hasta hallar un posible vano donde se encontraría la puerta de paso entre ambas estancias. ¡Y voilà! Ahí lo tenemos, un espacio perfectamente definido en mitad del muro por la delimitación de los perfiles del mismo. En este caso, además, al continuar excavando este, todavía, “posible vano”, encontramos un estrato de gravas y una estructura de ladrillos, bien diferenciada del resto del suelo de este nivel, que nos indicaría que probablemente ésta sería una zona de paso. ¡Hemos encontrado nuestra “puerta” de acceso entre ambas estancias! ¡Buen trabajo!

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